El arte, una herramienta para la transición educativa y la transformación social
- Berezi Zabala
- 17 mar 2021
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 1 abr 2021
“El arte cambia a las personas y las personas cambian el mundo”
- John Butler
El proyecto modernizador occidental se ha impuesto a lo largo y ancho del planeta gracias a un sistema de dominaciones múltiples como el colonialismo, el racismo, el sexismo, el productivismo, entre otros tantos, arrastrando al planeta a una crisis civilizatoria sin precedentes. Esta crisis multidimensional es también una crisis de la educación. Y es que el capitalismo no se ha sustentado sólamente mediante la explotación económica, sino que se ha sostenido gracias a un modelo cultural (Sanchez, s/f) que, mediante la instrumentalización de la educación como herramienta universalizadora de las lógicas y saberes occidentales, ha creado un “sentido común” neoliberal, una nueva sensibilidad y mentalidad que ha penetrado en las creencias populares a lo largo del mundo (Borón, 2007). Sin embargo, como sabemos, ni el sistema capitalista, ni los modelos educativos actuales son capaces de hacer frente a las complejidades de un mundo globalizado donde las desigualdades y las injusticias son cada vez más profundas. Como decía Audre Lorde “las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”. Así las cosas, se precisa más que nunca de alternativas contrahegemónicas que subordinen la economía a la vida, y que apuesten por modelos educativos que, desde una perspectiva crítica, sostenible, decolonial y de género, nos ayude a imaginar nuevos horizontes compatibles con la vida. Y, ¿qué mejor forma de transformar la educación e imaginar nuevos mundos y utopías que mediante el arte?
Marta Pascual explica que la educación -es su dimensión formal-, atrincherada en centros escolares, se aísla de la comunidad, de los saberes populares y del territorio, promoviendo así un modelo educativo donde la vida cotidiana, con su desbordante riqueza de contenidos sociales, económicos, políticos y morales, transcurre en paralelo a las instituciones educativas (Rivero, 2013). Por otro lado, estas instituciones educativas promueven un pensamiento único, excluyendo así a todos aquellos saberes y cosmovisiones que no encajan en la lógica neoliberal. En ese sentido, si bien la escuela como institución actúa como modelo de integración, al partir de un marco epistemológico homogeneizador y absoluto, sigue generando asimetrías y desigualdades (Sanchez, s/f). Asimismo, el proceso de enseñanza y aprendizaje se entiende como una transferencia de conocimiento del educador al educando, que se lleva a cabo de forma unilateral y mecánica. Freire (1997) utiliza el concepto bancario para referirse a este modelo educativo donde se “da” un conocimiento en vez de crear posibilidades para su producción o construcción y donde se “deforma la creatividad del educando y del educador” (p. 27). Francesco Tonucci, resume este modelo educativo en la siguiente ilustración:

Así las cosas, esta educación bancaria es incapaz de formar a futuras generaciones que puedan navegar el inmenso mar de complejidades y problemáticas a las que nos enfrentamos hoy día. Es por ello, que se precisa de otra educación que se oponga a los modelos educativos homogeneizadores y que tenga la capacidad de resolver creativamente problemas en escenarios complejos desde una perspectiva integradora al entorno cultural y medioambiental (Sanchez, s/f). En otras palabras, se precisa un cambio de paradigma en la educación, que comience por preguntarse: ¿qué significa educar?.
Para Freire (1997), la educación es la necesidad de “aprender a crear la propia vida” (p.12) En esa construcción, el educando ha de ser guionista y no espectador. Por esta razón, es imprescindible, tal y como apuntan las teorías constructivistas de la educación, que los procesos educativos partan desde el conocimiento y la experiencia del alumnado, esa experiencia que forma y transforma a las personas, que permite la transformación de nuestros pensamientos y sentimientos, que nos ayuda a pensar y a sentir por nosotros y nosotras mismas, en primera persona, y con nuestras propias ideas y sentimientos (Larrosa, 2009). Asimismo, la educación no puede dejar de dialogar con aquello que llena de conocimiento y experiencia a los y las alumnas, es decir, su entorno cultural, su comunidad y sus relaciones: “la educación tiene razón de ser, en la medida que actúe como instrumento de sentido situacional en un entorno socio-cultural” (Sanchez , s/f).
Por otro lado, Freire (1997) entiende que no se puede enseñar sin aprender, y viceversa. El proceso de aprendizaje debe ser por tanto, un proceso de retroalimentación entre educador y educando, donde el flujo de saberes es constante y no se da de manera unilateral, sino aceptando las diferencias de saberes, cosmovisiones, y culturas, y respetando la autonomía de los y las alumnas (p.58). Por otro lado, ese intercambio de saberes se da mediante la comunicación y el diálogo. Es así, mediante ese diálogo, como se construye el conocimiento: “cuando expresamos una idea para que nuestros interlocutores puedan comprenderla, es cuando dicha idea es aprendida y comprendida verdaderamente por nosotros. Conocer por lo tanto, es comunicar y es dialogar” (Barbas, 2012, p.165). En ese sentido, es importante apostar por una educomunicación, es decir, una educación basada en el diálogo que promueva el empoderamiento de las personas y las comunidades a través de un aprendizaje participativo y colectivo. Y es que, como señalaba Freire (1970), “nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Las personas se liberan en comunión.”
Teniendo todo esto en cuenta, resulta interesante observar cómo el arte puede promover una transformación de los modelos educativos bancarios que se caracterizan por la ausencia de libertad, el escrituro-centrismo, el dominio de los saberes teóricos y de las posiciones pasivas y receptoras de los estudiantes (Aladro, et. al, 2018). Pero antes de ahondar en esta cuestión, es importante entender en primer lugar a qué nos referimos cuando hablamos de arte. Según Muñoz (2006), el arte es un «lenguaje» con el que las personas expresan la realidad humana física y espiritual captando lo exterior e interiorizándolo, para luego devolverlo a la exterioridad desde la libertad creadora del artista. Por otro lado, es necesario entender qué significa ser artista. Como explica Ricardo Talento, ser creativo es la esencia del ser humano, lo que supone que toda persona tiene potencial creativo y, por lo tanto, en la medida en que podamos imaginar y crear nuevos mundos, todos y todas somos potenciales artista, y el arte es nuestro lenguaje universal. Sin embargo, no toda acción artística construye per se realidades igualitarias, sino que depende de la intencionalidad y el compromiso (con la acción transformadora) con la que se lleve a cabo. En ese sentido, resulta interesante recoger procesos artísticos, como la mediación artística y el artivismo, que integrando enfoques educativos y transformadores promueven procesos de aprendizaje verdaderamente significativos.
Hablamos de mediación artística cuando el arte no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para lograr algo más allá de la propia obra. En este caso, lo importante no es formar artistas - puesto que todo el mundo puede serlo-, sino que lo importante es el proceso de la creación artística, donde los y las participantes construyen conocimiento y se empoderan. Esta mediación artística puede tomar diferentes formas, como por ejemplo la danza, el teatro, la música, la pintura, el circo social, la literatura… Lo importante para que estas iniciativas tengan un impacto satisfactorio, es 1) que se lleven a cabo de manera transdisciplinar, que sean procesos participativos, inclusivos y motivadores (Mejía, 2016); 2) que generen un diálogo tanto interno como externo entre las personas que forman parte del proceso creativo, y entre las personas receptoras; 3) que sean acciones situadas en el entorno sociocultural donde se realice la acción; 4) que se trabajen temáticas que promuevan la justicia social y el empoderamiento colectivo; y 5) que se generen espacios seguros para que el educando pueda expresarse libremente. Integrando estas cinco condiciones, la mediación artística fomenta la transformación tanto individual como colectiva del alumnado. Veamos por qué:
Supongamos que los y las alumnas con quien se realiza la mediación artística deciden crear una obra teatral. Para ello, en primer lugar debe de haber una comunicación y un diálogo externo entre el alumnado: ¿Qué queremos transmitir mediante esta obra? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo repartimos las tareas?... De este modo, desde el respeto y la escucha mutua, el educando aprende a tomar decisiones y llegar a consensos de forma colectiva. Por otro lado, el diálogo interno es también fundamental: los y las alumnas interiorizan nuevos conocimientos, los piensan y los procesan, construyendo así su propio criterio y enriqueciendo su espíritu crítico. Este diálogo interno favorece también el autoconocimiento de los y las participantes, promoviendo el desarrollo de su autoestima .
En segundo lugar, al facilitarse el diálogo, el respeto, el autoconocimiento y también el conocimiento mutuo, estos procesos se desvinculan de las visiones competitivas de la vida y se genera una cohesión social y un sentimiento de pertenencia, vital para la construcción de la identidad cultural y colectiva del educando. Los y las participantes ya no están solas, sino que pertenecen a un grupo de iguales.
Finalmente, el arte promueve la participación activa del alumnado, de manera que les permite ser sujetos de su propia transformación. Y es que, en el proceso de creación, los y las alumnas aprenden a explorar, identificar y expresar su vulnerabilidad, sus emociones, pensamientos y sentimientos. Por esta razón, como mencionamos anteriormente, es fundamental generar espacios seguros donde los y las participantes puedan expresarse libremente, un espacio de acompañamiento, de apoyo y de mutuo aprendizaje. Veamos algunos ejemplos:
Otra forma de mediación artística que ofrece un cauce nuevo para la educación comunicativa es el artivismo (Aladro, et. al, 2018). En el artivismo (arte + activismo), un o una artista individual o colectivo, anónimo o identificado, crea una obra artística, normalmente de carácter revulsivo para señalar la injusticia, desigualdad o el vacío del desarrollo humano . En este caso la intencionalidad de la obra es sensibilizar al espectador, provocar una reacción social que desemboque en un diálogo con uno mismo y con el resto de la sociedad, para promover el cambio. Los siguientes ejemplos nos muestran el poder transformador del artivismo:
Como se puede observar a través de estos ejemplos, el arte empleado con el objetivo de empoderar, sensibilizar y provocar puede ser una herramienta tanto para crear nuevos modelos educativos críticos y emancipadores, así como para facilitar el diálogo en la sociedad que nos empuje a crear nuevas formas de hacer y de saber. Y es que...
El arte nos habla en su propio idioma. Nos llega, nos atraviesa, nos recorre y nos transforma. Nos ayuda a sentir y nos empuja a pensar. Nos abre la mirada y nos agudiza los sentidos. Nos enseña a perder y también a caminar. Nos ilusiona, nos conmueve y nos estremece. El arte nos empuja a imaginar, a crear y luchar por nuevos horizontes dignos, justos y sostenibles.
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BIBLIOGRAFÍA:
Aguaded, I. (2005). Strategies of edu-comunication in audiovisual society. [Estrategias de edu-comunicación en la sociedad audiovisual].Comunicar, 23, 25-34. https://bit.ly/2rHA1Ci
Aparici, R. (2003) Comunicación educativa en la sociedad de la información.
UNED, Madrid.
Barbas, A (2012 )Educomunicación: desarrollo, enfoques y desafíos en un mundo interconectado Foro de Educación, n.º 14, 2012, pp. 157-175. 157 ISSN: 1698-7799
Freire, P. (1997). Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios para la práctica educativa. siglo XXI.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. siglo XXI.
Larrosa, J. y Skilar C. (2009), Experiencia y alteridad en educación, Rosario, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)/Homo Sapiens
Mejía BetancurL. P. (2016). El arte como herramienta de comunicación para el cambio social: el caso de Medellín. Folios, Revista De La Facultad De Comunicaciones, (31), 59-74. Recuperado a partir de https://revistas.udea.edu.co/index.php/folios/article/view/326291
Muñoz, R. (2006) Una reflexión filosófica sobre el arte. Thémata. Revista de Filosofía (36), 239-254.
Sánchez, D. (s/f) El arte como herramienta de la educación popular.
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